El cantante Prince en su
blues “Purple rain” invita a salir del desasosiego y la desilusión sumergiendo
al objeto de su amor y deseo en una misteriosa lluvia púrpura, donde se ha
tratado de descifrar su sentido, afirmando que el púrpura, mezcla del azul y
rojo, es símbolo de la unión de lo masculino (azul) con lo femenino (rojo),
como una invitación a integrar y potenciar las dimensiones ocultas de eso que
cada uno tiene ya sea uno varón o mujer.
Pero también he oído a sacerdotes predicar que el morado o púrpura es símbolo de penitencia y
luto. O a otras personas incluso afirmar que es un color
gay o femenino. Nada más lejano que eso. Una vez más la historia nos da una
respuesta.
En la antigüedad mediterránea La púrpura
de Tiro (del griego: πορφύρα, porphyra, latín: purpura), también conocida como
púrpura real o púrpura imperial, era un colorante o tinte, cuyo tono es una
mezcla entre rojo y azul, usado por los antiguos fenicios en la ciudad de Tiro.
Se cree que ya se utilizaba en Creta hacia el año 1600 a.C. El tinte consiste
en una mucosidad o secreción de la glándula hipobranquial de un caracol de mar
llamado Murex brandaris.
Su descubrimiento
lo atribuye la mitología al dios fenicio Heracles, el guardián de la
ciudad de Tiro. Un día su perro mordió una concha de murex y de inmediato
su boca se puso morada. Su compañera, la hermosa ninfa Tiro, declaró que solo
se acostaría con el dios si vestía una prenda teñida del mismo color. Heracles
no tuvo más remedio que acceder a ello y así nació el famoso tinte púrpura de
Tiro.
El tinte y
la tela que se elaboraba con él eran tan famosos que los griegos
llamaban a las tierras de Tiro y Sidón (el actual Líbano) Phoinike,
“la tierra de la púrpura” Fenicia.
Se necesitaban 250.000
ejemplares para producir una onza (algo más de 28 gramos) de tinte de
púrpura de Tiro, motivo por el cual su producción era muy lenta y costosa. El
método preferido era recoger grandes cantidades de estos moluscos y dejar
que se descompusieran al sol (los autores clásicos dan fe del mal olor que
desprendía). La producción y exportación de púrpura comenzó alrededor del 1200
a.C., alimentada por la expansión fenicia en el Mediterráneo. En el siglo
III a.C., la púrpura de Tiro era más valiosa que el oro: solamente un kilo
costaba tres veces el salario anual de un panadero romano.
Aunque los
griegos fueron los clientes originales, fueron los romanos quienes se
convirtieron en fanáticos del color púrpura y luego los eclesiásticos. Les
gustaba el tono oscuro, logrado mediante el uso de tintes a partir de dos
especies de murex. Plinio el Viejo lo describe como el “color de la sangre
coagulada” y escribió de ella que “ilumina cada prenda, y comparte con el
oro la gloria del triunfo”. Los generales vestían en los triunfos
túnicas de púrpura y oro, mientras que los senadores y cónsules llevaban bandas
de color púrpura en los bordes de sus togas.
En la Roma
imperial, el uso de la púrpura estaba aún mucho más regulado: en el
siglo IV de nuestra era, solo al emperador se le permitía vestir la mejor
púrpura. La exclusividad del color y su conexión con el poder es la razón de
que hayan sido tradicionalmente de este color las prendas de reyes y
obispos.
La milenaria
receta de la púrpura de Tiro se perdió en occidente en 1453, cuando el
Imperio Otomano conquistó Constantinopla.
Es entonces que
surge la grana cochinilla, un tinte animal de uso
común en el mundo indígena prehispánico. El uso de la cochinilla en murales y
en pinturas sobre papel amate se utilizaba en Mesoamérica desde el Preclásico Tardío
(100 a.C.-100 d.C.), y sobre todo en el Período Clásico (250-900) y en el
Postclásico (900-1521). Donde se vuelve el color de lo sagrado, de la vida
entregada por su vinculación con la sangre y la vida.
La cochinilla (Dactylopius Coccus) es un insecto hemíptero parásito de las pencas
de los nopales. Se le conoce con varios nombres: nocheztli, “sangre del nopal”,
cochinilla del carmín, y grana cochinilla. Los informantes de Fray Bernardino
de Sahagún mencionaban que su color era rojo oscuro, cual la sangre cuajada.
Para obtener el tinte, los antiguos mexicanos hervían la grana con hojas de tezhoatl (Conostegia Xalapensis), alumbre y caparrosa (sulfatos de hierro,
cobre o zinc). Con la mezcla que se obtenía se formaban pastillas que se
llamaban nocheztlaxcalli, es decir,
“tortillas de nocheztli”. La grana no solamente servía para teñir, empleada en
emplastos curaba las heridas, líquida servía para aliviar las enfermedades del
corazón, el estómago, la cabeza, y aun para limpiar los dientes. Los mexicas teñían
con cochinilla plumas, muchos objetos de uso cotidiano, y las mujeres la usaban
como cosmético.
Por otra parte, el color de la
cochinilla tenía valor cosmológico ya que uno de los puntos cardinales del
universo mexica era de dicho color; simbolizaba los rayos del Sol, la sangre,
el fuego, la divinidad, y el poder. Así pues, el Este era el Lugar del Paraíso
del Sol que habitaba los guerreros muertos y su color era el rojo; por ende,
rojo era el color de Tonatiuh, como lo era también del Tlalocan, el reino de
Tláloc, dios de la lluvia y del agua.
La cochinilla fue tan valiosa para los mexicas
que formaba parte importante de los tributos entregados a los tlatoanis por
parte de los pueblos sojuzgado bajo su dominio. Fray Bernardino de Sahagún
constata en su obra Historia general de las cosas de la Nueva España que:
“Al color con que se tiñe la grana
llaman nocheztli, quiere decir, sangre de tunas, porque en cierto género de
tunas se crían unos gusanos que se llaman cochinillas, apegados a las hojas, y
aquellos gusanos tienen una sangre muy colorada, ésta es la grana fina que es
conocida en esta tierra… A la grana que ya está purificada y hecha en
panecitos, llaman grana recia o fina, véndenla en los tiánquez hecha en panes,
para que la compren los pintores y tintoreros. Hay otra manera de grana baja o
mezclada, que llaman tlapanextli, quiere decir grana cenicienta, y es porque la
mezclan con greda o con harina; también hay una grana falsa que también se cría
en las hojas de la tuna, o ixquimiluhqui, que daña a las cochinillas de la
buena grana y seca las hojas de la tunas donde se pone; también ésta la cogen
para venderla, lo cual es grande engaño.”
En el Códice Mendocino, elaborado entre
1511 y 1541, en la Matrícula de Tributos da constancia de las trescientos
noventa y cuatro poblaciones que pagaban tributo a la Triple Alianza formada
por los señoríos de Tenochtitlan, Tlacopan y Texcoco. Así pues es sabido que el
emperador Moctezuma recibía costales de cochinilla como tributo de los pueblos
de la Alta Mixteca.
Sobre el origen de los cultivos de la
cochinilla hay varias versiones. Según Francisco Javier Clavijero (1731-1787),
el cultivo de la grana cochinilla se empezó durante el siglo X d.C. entre los
toltecas. Algunos investigadores sostienen que provenía de la Región Mixteca,
en Oaxaca; otros, afirman que el origen de los cultivos se inició en Oaxaca,
Guerrero, y Puebla, pues de estos sitios llegaba la mayor producción de grana.
Durante la época novohispana, el uso de
la cochinilla se incrementó con la llegada del ganado bovino, ya que resultaba
invaluable para teñir la lana en la que se fijaba el tinte de manera excelente,
mucho más que en el algodón o en las fibras de agave o yucas. Los españoles
empezaron a exportarla a Europa con mucho éxito, y la grana mexicana llegó a
Rusia y aun hasta Persia e India. La Nao de China salía del Puerto de Acapulco
cargada de grana cochinilla hasta los mercados de Oriente y, junto con el oro y
la plata, fue unos de los productos que más se exportaron de la Nueva España por
casi todo el mundo. Sahagún constata:
“Esta grana es conocida en esta tierra
y fuera de ella; llega hasta la China y hasta Turquía casi por todo el mundo es
preciada y tenida por mucho. A la grana que ya está purificada y hecha en
panecitos, llaman grana recia, o fina; véndenla en los tianguis, hecha en
panes, para que la compren los pintores y tintoreros.”
De la gran aceptación que tenía la
cochinilla en España nos dice Gonzalo Gómez de Cervantes:
“…la grana cochinilla, es un género que
casi iguala a la plata, la cual se saca de estos reinos para los de Castilla; y
solía que en cada flota se sacaban diez y doce mil arrobas de la dicha grana y
esto mediante el mucho cuidado que solían tener los Virreyes, y de pocos años a
esta parte se han descuidado; y como los indios que la crían y benefician son
flojos y haraganes, ha venido en tanta disminución, que ya no se coge la mitad
de lo que se solía coger, de cuya causa ha subido tanto el precio, que vale el
doble más de lo que valía… En algunos pueblos de esta Nueva España se cría la
grana cochinilla como son: en provincia de Tlaxcala y en la de Guaxozingo,
Calpuchulula, Tepeaca, Tapamachalco y en lugares de la Mixteca y otros de la
provincia de Oaxaca.”
En la disputa del siglo XVIII con
naturalistas como Buffon que afirmaba que en los territorios del Nuevo Mundo
los animales eran pequeños y débiles, Clavijero contesto ingeniosamente: “Puede
que sean pequeños los animales de estas tierras, pero con uno minúsculo como la
grana cochinilla los mexicanos pintamos el mundo entero”.
Así pues el color púrpura y el rojo
grana, son símbolos el primero de luz, de gloria y dignidad como afirmaba Plinio el viejo. Es decir vestir de púrpura es un llamado a la
dignidad humana, por eso los tiempos de preparación cristiana se visten de púrpura,
invitando a los fieles a crecer en dignidad en su condición de vida. Y el rojo mexicano es símbolo de vida
entregada, la máxima dignidad a la que aspira un ser humano. Lejos de ser
colores de duelo, luto o pesar.
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