1.
El surgimiento del pensamiento dialéctico
moderno
De modo muy simple la modernidad actual tiene varios
pensadores. El primero es el monje
británico San Anselmo de Canterbury (1033-1109) que al hablar de Dios afirmaba que,
si podemos “pensar a Dios, luego entonces existe”; posteriormente el francés
René Descartes (1596-1650) afirmaba que el pensar es existir “cogito ergo sum”. Luego dos alemanes, el primero Emanuel Kant
(1724-1804) señalaba que no bastaba solo con pensar, sino que había que hacerlo
categóricamente, es decir ordenadamente y que esa era la crítica de la razón
pura. Federico Hegel (1770-1831) remataba
afirmando que además de pensar ordenadamente, había que hacer avanzar el pensamiento
hacia nuevas síntesis (tesis - antítesis – síntesis), a lo que llamó dialogo o
dialéctica. Hoy los pensadores dicen que
en ese proceso hay que incluir los sentimientos al proceso de dialéctico de
comprender.
Podemos decir que la dialéctica o diálogo de elementos existenciales-pensantes
es algo de lo que está lleno nuestro universo y que entenderlo es lo que nos
permite movernos en la vida, haciendo nuestra humanidad plena. Por eso la
tradición judeocristiana, aunque no le llamaba dialéctica, insistió en ello y
hay elementos esenciales fundamentados en ello.
2.
La dialéctica del pueblo elegido-luz de
las naciones
Una síntesis fue la de que Israel era el pueblo elegido,
escogido por Dios, sacado de la esclavitud de Egipto y paseado por el desierto
para ser único, libre y que no aceptara otros dioses para ser pleno, pero esto no
era para la autocomplacencia o la supremacía racial-religiosa, sino como insistirán
los profetas: para que sean “luz de las naciones”, pueblo santo, sacerdotes “laicos”
(que lleven a Dios) a todos los pueblos con su propuesta colectiva, liberadora,
autónoma y dignificante de lo humano.
3.
La dialéctica del hijo de David- Mesías
en Jesús
Al aparecer Jesús bajo el dominio Romano, Israel tenía
diversas expectativas: la aparición de
un nuevo y poderoso rey David que unificaría las posturas encontradas para
liberarlos de la opresión romana y serían un reino autónomo. Otra era la
llegada de un mesías, que en griego se dice cristo (ungido) que traería cambios
radicales, iniciando por la destrucción violenta de los romanos y la corrupción
del templo de Jerusalén; y un mesías apocalíptico, un super hombre que llegaría
volando anunciando entre trompetas atronadoras el final del tiempo, castigando
a impíos con fuego, aceite hirviendo y terremotos.
En Jesús se dan los tres mesianismos pero en lo que comúnmente decimos: sí, pero no.
Dialécticamente Jesús es un Ben-David que anuncia un nuevo orden, un dominio
humanista y de justicia en formas nuevas de sociedad, pero no como un rey
autoritario y protagónico. Un Jesús- Cristo (Mesías) que con el modo de construir
iglesia-pueblo, no masa de gente ni anónima, incluyente, solidaria y eficaz en la atención
a los más vulnerables, en cuatro siglos derrumba sin armas y muchas víctimas-testigos-mártires
al poderoso imperio, pero no como guerrilla o rebelión; y un Jesús-Cristo que no es un super poder
espectacular, sino que anuncia que el
tiempo definitivo ha llegado cotidiana y silenciosamente, invitándonos a no
esperar algo más o diferente, viviendo al estilo de Jesús en un actuar sencillo
y solidario, “pasando por uno de tantos” (Flp 2,7). Y que ese actuar es orante,
porque hace presente a Dios y se accede a él como insiste el Evangelio de Juan.
4.
La dialéctica del pan de la vida partida
y vino celebrando
Esta dialéctica de vida la comunidad cristiana la sintetiza
en la Eucaristía que hace presente (o no) la forma de ser de Jesús, a través de
dos productos comunes mediterráneos : Pan - vino, y cuatro verbos (tomar o
asumir, bendecir, partir y repartir o dar):
·
Tomó pan: Alimento básico en la mesa, que
pide la participación de muchas manos de hombres y mujeres, cultivar, cosechar,
moler, amasar, cocer y servir. Pero que se asume, es decir alguien se
responsabiliza, no hay manos fantasmas o mágicas que lo hagan, unas y unos se “ensucian”.
Tomó vino: Compañero de las fiestas
que es fino y caro, pero no se cobra al invitado. Alguien lo paga, toma una
copa que relaja, segunda que calienta el
corazón y tercera que nos abre a compartir gozos-penas y esperanzas con
hermanos y hermanas. Es el lujo de la vida y es para todos, porque quien
acapara y se emborracha, o hace celebraciones “privadas y especiales” mata la presencia
de Jesús.
·
Lo bendijo: Bendecir es que se diga bien
de las cosas y pedir protección al Dios supremo, que como madre nos cuida y
padre nos defiende. La vida partida y el vino hablan de que Dios siempre ha
estado con nosotros, aunque a veces no lo percibimos.
·
Lo partió: Hay quienes se matan en el
trabajo y la vida, pero para si mismos.
Se matan de hambre para lucir y exhibir.
El se parte, se desmorona, como nosotros en la vida, no nos quedamos íntegros.
La vida tiene sentido cuando nos
partimos, nos rompemos. No somos piezas
de exhibición. Y aunque el cáliz no se
parte, si se comparte y gratis. “Yo que
he dado la vida por ustedes” (pan), pero lo volvería a hacer porque “solamente
Dios del cielo me lo quita” (vino).
·
Lo dio:
El pan y vino solo para la persona, indigesta, emborracha y victimiza. Solo
sabe cuándo se da a los que más lo necesitan, y sabe mejor con la compañía. Como dice Pablo Neruda (1904-1973): “Por eso pan,
si huyes de la casa del hombre, si te ocultan, te niegan, si el avaro te
prostituye, si el rico te acapara, si el trigo no busca surco y tierra, pan, no
rezaremos, pan, no mendigaremos, lucharemos por ti con otros hombres, con todos
los hambrientos” hasta que todos te tengan (Oda al Pan). O el jesuita Pedro
Arrupe (1907-1991): “Mientras exista hambre en el mundo, la Eucaristía no será
plena”.
Por eso la Eucarística es la dialéctica de la vida: nos
partimos y esforzamos para que otros tengan, pero no vivimos solo para eso; lo
festejamos y nos damos el lujo de celebrar.
Como me dijera un campesino guerrerense: “quien no se parte, acaba
partiéndosela a los demás”. Es el mejor
retrato de Jesús, porque así fue, así vivió y así vive en todos los que lo
hacen como él hasta que vuelva. Sacralizan el universo y nada tiene que ver con
chivitos degollados incruentamente a perpetuidad o viajes en el tiempo al año
33 a las murallas de Roma. Es toda una vida no solo una muerte.
5.
La Dialéctica el crucificado violentamente
es el resucitado y es Mesías
Esta última dialéctica se da en tiempos de la iglesia,
derrotados los romanos en el siglo IV, sobre todo por la visión que tuvo el
emperador Constantino hacia el año 312 que precedió a su victoria, donde vio
una cruz en el cielo con las palabras “con este signo vencerás”. Antes de eso
se usaba marginalmente, pues era de mal gusto usar como adorno un signo de
tortura. Era tan “gore” como si hoy cargáramos
collares de sillas eléctricas, horcas, AK47 o inyecciones letales. Por eso a
Jesús-Mesías se le representaba con las figuras de pastor, pez, ancla o paloma.
Aunque del siglo IV al XII la figura
predilecta era la de Jesús poderoso, vestido de púrpura real y azul celeste, bendiciendo
y con un libro de las Escritura, sintetizando en su mirada el cariño y la
fuerza poderosa e imperial cristiana. No
fue sino hasta la Alta Edad Media en el siglo XIII que se popularizaron las imágenes
del crucificado, exaltando su sufrimiento, sangre y más sangre, látigos,
clavos, etc. y a sus pies María pálida y desmayada por el dolor.
Esto marcó la vivencia cristiana que se centró en el pecado
y la liberación de Jesús del dolor y males del pecado, por el cual los y las
seguidoras debían pagar materialmente para eliminarlo so pena de ser llevados a
los castigos perpetuos del infierno.
Nuestra religión se volvió sensible, dolorista y sombríamente pecadocéntrica
y existencialmente sumergida en el temor.
Un giro lo vino a dar en el siglo XVI el cristianismo
reformado, que insistió en la acción moral para salvar, más que en el pecado,
pero vincularon la conducta ético-moral con el ser religioso cristiano y así
encontramos aberraciones que afirman “te falta Jesús” como sinónimos de limitantes
en el comportamiento moral. Cristiano ejemplar era el trabajador, integro
moralmente, lector asiduo de la Biblia memorizada, predestinado por Dios.
Mientras que los que tenían fallas morales (sobre todo en aspectos sexuales) eran
réprobos y expulsados de la familia e iglesia (embarazadas fuera del
matrimonio, segundas nupcias, diversidad sexual y toda forma de erotismo) junto
con un ser cristiano blanco, sajón y consumidor. Pero lo aberrante es que asesinos, racistas, corruptos
y defraudadores, sexualmente impecables, con familias de catálogo y miembros
prominentes de la asamblea de Dios se les omite eso. Podemos decir que la
dialéctica vital se olvido y se vivía fragmentariamente. Cristianos piadosos con discursos
inspiradoras, pero con conductas aberrantes y sostenidas porque no eran vistas
o descubiertas.
6.
Conclusión: hacia nuevas dialécticas
Hoy estamos en la crisis más grande del cristianismo porque
no somos dialécticos desde mi punto de vista. Empezamos diciendo que el Mesías
es Jesús, que es el crucificado muerto no en una cama y en cuidados intensivos,
sino violentamente abandonado, desnudo y que como grita el centurión (un soldado,
mercenario, pagano e ignorante) situado de frente al pie de la Cruz: en verdad ese
era el hijo de Dios (Mc 15,39), el resucitado, el anastasein (puesto en
píe, Mt 27.53), el que se nos hizo visible (1 Cpr 15.8). no un fantasma ni zombi
viviente. Esto quiere decir que el cambio vital viene de integrar y aceptar el sufrimiento
e incoherencias personales, sociales y eclesiales, como sentido de vida y eso
nos abre a nuevas síntesis, donde experimentamos la experiencia viviente de
Jesús como una realidad que afirma “él lo hizo de verdad”.
Hay cristianos que han cometido aberraciones, pero en el
proceso se han vuelto grandes, porque en esa crucifixión, resucitaron y vino el
mesianismo o cambio y ahí vivieron la Pascua de Jesús. Negarlo es afirmar cosas como “todo sacerdote
es pederasta por eso ya no voy” y te quedas en el pesimismo de la crucifixión; Cantar
a pecho: “desde que estoy junto a ti la vida es como andar entre la espuma”, o posturas
espiritualoides como la consigna: “somos elegidos por Dios para ser fraternos y
solidarios” pero sin concreciones verificables. Eso es vivir falsas resurrecciones
en la apariencia, viviendo en el autoengaño, la falta de crítica y complacencia. Por eso, la síntesis mesiánico-crucificada-resucitada
es: “Señor, no soy digno de que vengas a mi, pero una palabra tuya bastará para
sanarme”; es decir, reconozco que soy muy limitado/a, pero transformado/a y eso
me hace entender lo que soy hoy. Y sin pena, como resucitado en la vida, los comentarios
docetas me hacen crecer, porque el resucitado nos hace decir como la cantante
Lucero agobiada por periodistas sin escrúpulos en el teatro San Rafael de la
ciudad de México en agosto de 2003: “Y”, expresión que dice todo y más.
Miguel Angel Caravaggio (1570-1610), es un gran pintor, puedo decir, es el barroco en pintura. Era promiscuo, alcoholico, sus modelos son gente del pueblo con la que convive y son sus modelos que le dan un gran realismo. En el encuentro del Resucitado con Tomás, le jala la mano para que meta hasta lo más profundo sus dedos. Hasta el fondo de las heridas. ¿Duele!. Y el pobre con cara de golpeado por la vida tiene una expresión de sorpresa e incredulidad. Jesús le grita: ¡No seas incédulo, cree!