jueves, 6 de abril de 2023

Ser cristiano viviendo dialécticamente con lo que tengo y soy



1.       El surgimiento del pensamiento dialéctico moderno

De modo muy simple la modernidad actual tiene varios pensadores.  El primero es el monje británico San Anselmo de Canterbury (1033-1109) que al hablar de Dios afirmaba que, si podemos “pensar a Dios, luego entonces existe”; posteriormente el francés René Descartes (1596-1650) afirmaba que el pensar es existir “cogito ergo sum”.  Luego dos alemanes, el primero Emanuel Kant (1724-1804) señalaba que no bastaba solo con pensar, sino que había que hacerlo categóricamente, es decir ordenadamente y que esa era la crítica de la razón pura.  Federico Hegel (1770-1831) remataba afirmando que además de pensar ordenadamente, había que hacer avanzar el pensamiento hacia nuevas síntesis (tesis - antítesis – síntesis), a lo que llamó dialogo o dialéctica.  Hoy los pensadores dicen que en ese proceso hay que incluir los sentimientos al proceso de dialéctico de comprender.

Podemos decir que la dialéctica o diálogo de elementos existenciales-pensantes es algo de lo que está lleno nuestro universo y que entenderlo es lo que nos permite movernos en la vida, haciendo nuestra humanidad plena. Por eso la tradición judeocristiana, aunque no le llamaba dialéctica, insistió en ello y hay elementos esenciales fundamentados en ello.

2.       La dialéctica del pueblo elegido-luz de las naciones

Una síntesis fue la de que Israel era el pueblo elegido, escogido por Dios, sacado de la esclavitud de Egipto y paseado por el desierto para ser único, libre y que no aceptara otros dioses para ser pleno, pero esto no era para la autocomplacencia o la supremacía racial-religiosa, sino como insistirán los profetas: para que sean “luz de las naciones”, pueblo santo, sacerdotes “laicos” (que lleven a Dios) a todos los pueblos con su propuesta colectiva, liberadora, autónoma y dignificante de lo humano.

3.       La dialéctica del hijo de David- Mesías en Jesús

Al aparecer Jesús bajo el dominio Romano, Israel tenía diversas expectativas:  la aparición de un nuevo y poderoso rey David que unificaría las posturas encontradas para liberarlos de la opresión romana y serían un reino autónomo. Otra era la llegada de un mesías, que en griego se dice cristo (ungido) que traería cambios radicales, iniciando por la destrucción violenta de los romanos y la corrupción del templo de Jerusalén; y un mesías apocalíptico, un super hombre que llegaría volando anunciando entre trompetas atronadoras el final del tiempo, castigando a impíos con fuego, aceite hirviendo y terremotos. 

En Jesús se dan los tres mesianismos pero  en lo que comúnmente decimos: sí, pero no. Dialécticamente Jesús es un Ben-David que anuncia un nuevo orden, un dominio humanista y de justicia en formas nuevas de sociedad, pero no como un rey autoritario y protagónico. Un Jesús- Cristo (Mesías) que con el modo de construir iglesia-pueblo, no masa de gente ni anónima,  incluyente, solidaria y eficaz en la atención a los más vulnerables, en cuatro siglos derrumba sin armas y muchas víctimas-testigos-mártires al poderoso imperio, pero no como guerrilla o rebelión;  y un Jesús-Cristo que no es un super poder espectacular, sino que  anuncia que el tiempo definitivo ha llegado cotidiana y silenciosamente, invitándonos a no esperar algo más o diferente, viviendo al estilo de Jesús en un actuar sencillo y solidario, “pasando por uno de tantos” (Flp 2,7). Y que ese actuar es orante, porque hace presente a Dios y se accede a él como insiste el Evangelio de Juan.

4.       La dialéctica del pan de la vida partida y vino celebrando

Esta dialéctica de vida la comunidad cristiana la sintetiza en la Eucaristía que hace presente (o no) la forma de ser de Jesús, a través de dos productos comunes mediterráneos : Pan - vino, y cuatro verbos (tomar o asumir, bendecir, partir y repartir o dar):

·         Tomó pan: Alimento básico en la mesa, que pide la participación de muchas manos de hombres y mujeres, cultivar, cosechar, moler, amasar, cocer y servir. Pero que se asume, es decir alguien se responsabiliza, no hay manos fantasmas o mágicas que lo hagan, unas y unos se “ensucian”.

Tomó vino: Compañero de las fiestas que es fino y caro, pero no se cobra al invitado. Alguien lo paga, toma una copa que relaja, segunda que  calienta el corazón y tercera que nos abre a compartir gozos-penas y esperanzas con hermanos y hermanas. Es el lujo de la vida y es para todos, porque quien acapara y se emborracha, o hace celebraciones “privadas y especiales” mata la presencia de Jesús.

·         Lo bendijo: Bendecir es que se diga bien de las cosas y pedir protección al Dios supremo, que como madre nos cuida y padre nos defiende. La vida partida y el vino hablan de que Dios siempre ha estado con nosotros, aunque a veces no lo percibimos.

·         Lo partió: Hay quienes se matan en el trabajo y la vida, pero para si mismos.  Se matan de hambre para lucir y exhibir.  El se parte, se desmorona, como nosotros en la vida, no nos quedamos íntegros.  La vida tiene sentido cuando nos partimos, nos rompemos.  No somos piezas de exhibición.  Y aunque el cáliz no se parte, si se comparte y gratis.  “Yo que he dado la vida por ustedes” (pan), pero lo volvería a hacer porque “solamente Dios del cielo me lo quita” (vino).

·         Lo dio:  El pan y vino solo para la persona, indigesta, emborracha y victimiza. Solo sabe cuándo se da a los que más lo necesitan, y sabe mejor con la compañía.  Como dice Pablo Neruda (1904-1973): “Por eso pan, si huyes de la casa del hombre, si te ocultan, te niegan, si el avaro te prostituye, si el rico te acapara, si el trigo no busca surco y tierra, pan, no rezaremos, pan, no mendigaremos, lucharemos por ti con otros hombres, con todos los hambrientos” hasta que todos te tengan (Oda al Pan). O el jesuita Pedro Arrupe (1907-1991): “Mientras exista hambre en el mundo, la Eucaristía no será plena”.

Por eso la Eucarística es la dialéctica de la vida: nos partimos y esforzamos para que otros tengan, pero no vivimos solo para eso; lo festejamos y nos damos el lujo de celebrar.  Como me dijera un campesino guerrerense: “quien no se parte, acaba partiéndosela a los demás”.  Es el mejor retrato de Jesús, porque así fue, así vivió y así vive en todos los que lo hacen como él hasta que vuelva. Sacralizan el universo y nada tiene que ver con chivitos degollados incruentamente a perpetuidad o viajes en el tiempo al año 33 a las murallas de Roma. Es toda una vida no solo una muerte.

5.       La Dialéctica el crucificado violentamente es el resucitado y es Mesías

Esta última dialéctica se da en tiempos de la iglesia, derrotados los romanos en el siglo IV, sobre todo por la visión que tuvo el emperador Constantino hacia el año 312 que precedió a su victoria, donde vio una cruz en el cielo con las palabras “con este signo vencerás”. Antes de eso se usaba marginalmente, pues era de mal gusto usar como adorno un signo de tortura.  Era tan “gore” como si hoy cargáramos collares de sillas eléctricas, horcas, AK47 o inyecciones letales. Por eso a Jesús-Mesías se le representaba con las figuras de pastor, pez, ancla o paloma.  Aunque del siglo IV al XII la figura predilecta era la de Jesús poderoso, vestido de púrpura real y azul celeste, bendiciendo y con un libro de las Escritura, sintetizando en su mirada el cariño y la fuerza poderosa e imperial cristiana.  No fue sino hasta la Alta Edad Media en el siglo XIII que se popularizaron las imágenes del crucificado, exaltando su sufrimiento, sangre y más sangre, látigos, clavos, etc. y a sus pies María pálida y desmayada por el dolor.

Esto marcó la vivencia cristiana que se centró en el pecado y la liberación de Jesús del dolor y males del pecado, por el cual los y las seguidoras debían pagar materialmente para eliminarlo so pena de ser llevados a los castigos perpetuos del infierno.  Nuestra religión se volvió sensible, dolorista y sombríamente pecadocéntrica y existencialmente sumergida en el temor.

Un giro lo vino a dar en el siglo XVI el cristianismo reformado, que insistió en la acción moral para salvar, más que en el pecado, pero vincularon la conducta ético-moral con el ser religioso cristiano y así encontramos aberraciones que afirman “te falta Jesús” como sinónimos de limitantes en el comportamiento moral. Cristiano ejemplar era el trabajador, integro moralmente, lector asiduo de la Biblia memorizada, predestinado por Dios. Mientras que los que tenían fallas morales (sobre todo en aspectos sexuales) eran réprobos y expulsados de la familia e iglesia (embarazadas fuera del matrimonio, segundas nupcias, diversidad sexual y toda forma de erotismo) junto con un ser cristiano blanco, sajón y consumidor.  Pero lo aberrante es que asesinos, racistas, corruptos y defraudadores, sexualmente impecables, con familias de catálogo y miembros prominentes de la asamblea de Dios se les omite eso. Podemos decir que la dialéctica vital se olvido y se vivía fragmentariamente.  Cristianos piadosos con discursos inspiradoras, pero con conductas aberrantes y sostenidas porque no eran vistas o descubiertas.

6.       Conclusión: hacia nuevas dialécticas

Hoy estamos en la crisis más grande del cristianismo porque no somos dialécticos desde mi punto de vista. Empezamos diciendo que el Mesías es Jesús, que es el crucificado muerto no en una cama y en cuidados intensivos, sino violentamente abandonado, desnudo y que como grita el centurión (un soldado, mercenario, pagano e ignorante) situado de frente al pie de la Cruz: en verdad ese era el hijo de Dios (Mc 15,39), el resucitado, el anastasein (puesto en píe, Mt 27.53), el que se nos hizo visible (1 Cpr 15.8). no un fantasma ni zombi viviente. Esto quiere decir que el cambio vital viene de integrar y aceptar el sufrimiento e incoherencias personales, sociales y eclesiales, como sentido de vida y eso nos abre a nuevas síntesis, donde experimentamos la experiencia viviente de Jesús como una realidad que afirma “él lo hizo de verdad”.

Hay cristianos que han cometido aberraciones, pero en el proceso se han vuelto grandes, porque en esa crucifixión, resucitaron y vino el mesianismo o cambio y ahí vivieron la Pascua de Jesús.  Negarlo es afirmar cosas como “todo sacerdote es pederasta por eso ya no voy” y te quedas en el pesimismo de la crucifixión; Cantar a pecho: “desde que estoy junto a ti la vida es como andar entre la espuma”, o posturas espiritualoides como la consigna: “somos elegidos por Dios para ser fraternos y solidarios” pero sin concreciones verificables. Eso es vivir falsas resurrecciones en la apariencia, viviendo en el autoengaño, la falta de crítica y complacencia.  Por eso, la síntesis mesiánico-crucificada-resucitada es: “Señor, no soy digno de que vengas a mi, pero una palabra tuya bastará para sanarme”; es decir, reconozco que soy muy limitado/a, pero transformado/a y eso me hace entender lo que soy hoy. Y sin pena, como resucitado en la vida, los comentarios docetas me hacen crecer, porque el resucitado nos hace decir como la cantante Lucero agobiada por periodistas sin escrúpulos en el teatro San Rafael de la ciudad de México en agosto de 2003: “Y”, expresión que dice todo y más.

Miguel Angel Caravaggio (1570-1610), es un gran pintor, puedo decir, es el barroco en pintura. Era promiscuo, alcoholico, sus modelos son gente del pueblo con la que convive y son sus modelos que le dan un gran realismo.  En el encuentro del Resucitado con Tomás, le jala la mano para que meta hasta lo más profundo sus dedos.  Hasta el fondo de las heridas. ¿Duele!.  Y el pobre con cara de golpeado por la vida tiene una expresión de sorpresa e incredulidad.  Jesús le grita: ¡No seas incédulo, cree!