jueves, 6 de abril de 2023

Ser cristiano viviendo dialécticamente con lo que tengo y soy



1.       El surgimiento del pensamiento dialéctico moderno

De modo muy simple la modernidad actual tiene varios pensadores.  El primero es el monje británico San Anselmo de Canterbury (1033-1109) que al hablar de Dios afirmaba que, si podemos “pensar a Dios, luego entonces existe”; posteriormente el francés René Descartes (1596-1650) afirmaba que el pensar es existir “cogito ergo sum”.  Luego dos alemanes, el primero Emanuel Kant (1724-1804) señalaba que no bastaba solo con pensar, sino que había que hacerlo categóricamente, es decir ordenadamente y que esa era la crítica de la razón pura.  Federico Hegel (1770-1831) remataba afirmando que además de pensar ordenadamente, había que hacer avanzar el pensamiento hacia nuevas síntesis (tesis - antítesis – síntesis), a lo que llamó dialogo o dialéctica.  Hoy los pensadores dicen que en ese proceso hay que incluir los sentimientos al proceso de dialéctico de comprender.

Podemos decir que la dialéctica o diálogo de elementos existenciales-pensantes es algo de lo que está lleno nuestro universo y que entenderlo es lo que nos permite movernos en la vida, haciendo nuestra humanidad plena. Por eso la tradición judeocristiana, aunque no le llamaba dialéctica, insistió en ello y hay elementos esenciales fundamentados en ello.

2.       La dialéctica del pueblo elegido-luz de las naciones

Una síntesis fue la de que Israel era el pueblo elegido, escogido por Dios, sacado de la esclavitud de Egipto y paseado por el desierto para ser único, libre y que no aceptara otros dioses para ser pleno, pero esto no era para la autocomplacencia o la supremacía racial-religiosa, sino como insistirán los profetas: para que sean “luz de las naciones”, pueblo santo, sacerdotes “laicos” (que lleven a Dios) a todos los pueblos con su propuesta colectiva, liberadora, autónoma y dignificante de lo humano.

3.       La dialéctica del hijo de David- Mesías en Jesús

Al aparecer Jesús bajo el dominio Romano, Israel tenía diversas expectativas:  la aparición de un nuevo y poderoso rey David que unificaría las posturas encontradas para liberarlos de la opresión romana y serían un reino autónomo. Otra era la llegada de un mesías, que en griego se dice cristo (ungido) que traería cambios radicales, iniciando por la destrucción violenta de los romanos y la corrupción del templo de Jerusalén; y un mesías apocalíptico, un super hombre que llegaría volando anunciando entre trompetas atronadoras el final del tiempo, castigando a impíos con fuego, aceite hirviendo y terremotos. 

En Jesús se dan los tres mesianismos pero  en lo que comúnmente decimos: sí, pero no. Dialécticamente Jesús es un Ben-David que anuncia un nuevo orden, un dominio humanista y de justicia en formas nuevas de sociedad, pero no como un rey autoritario y protagónico. Un Jesús- Cristo (Mesías) que con el modo de construir iglesia-pueblo, no masa de gente ni anónima,  incluyente, solidaria y eficaz en la atención a los más vulnerables, en cuatro siglos derrumba sin armas y muchas víctimas-testigos-mártires al poderoso imperio, pero no como guerrilla o rebelión;  y un Jesús-Cristo que no es un super poder espectacular, sino que  anuncia que el tiempo definitivo ha llegado cotidiana y silenciosamente, invitándonos a no esperar algo más o diferente, viviendo al estilo de Jesús en un actuar sencillo y solidario, “pasando por uno de tantos” (Flp 2,7). Y que ese actuar es orante, porque hace presente a Dios y se accede a él como insiste el Evangelio de Juan.

4.       La dialéctica del pan de la vida partida y vino celebrando

Esta dialéctica de vida la comunidad cristiana la sintetiza en la Eucaristía que hace presente (o no) la forma de ser de Jesús, a través de dos productos comunes mediterráneos : Pan - vino, y cuatro verbos (tomar o asumir, bendecir, partir y repartir o dar):

·         Tomó pan: Alimento básico en la mesa, que pide la participación de muchas manos de hombres y mujeres, cultivar, cosechar, moler, amasar, cocer y servir. Pero que se asume, es decir alguien se responsabiliza, no hay manos fantasmas o mágicas que lo hagan, unas y unos se “ensucian”.

Tomó vino: Compañero de las fiestas que es fino y caro, pero no se cobra al invitado. Alguien lo paga, toma una copa que relaja, segunda que  calienta el corazón y tercera que nos abre a compartir gozos-penas y esperanzas con hermanos y hermanas. Es el lujo de la vida y es para todos, porque quien acapara y se emborracha, o hace celebraciones “privadas y especiales” mata la presencia de Jesús.

·         Lo bendijo: Bendecir es que se diga bien de las cosas y pedir protección al Dios supremo, que como madre nos cuida y padre nos defiende. La vida partida y el vino hablan de que Dios siempre ha estado con nosotros, aunque a veces no lo percibimos.

·         Lo partió: Hay quienes se matan en el trabajo y la vida, pero para si mismos.  Se matan de hambre para lucir y exhibir.  El se parte, se desmorona, como nosotros en la vida, no nos quedamos íntegros.  La vida tiene sentido cuando nos partimos, nos rompemos.  No somos piezas de exhibición.  Y aunque el cáliz no se parte, si se comparte y gratis.  “Yo que he dado la vida por ustedes” (pan), pero lo volvería a hacer porque “solamente Dios del cielo me lo quita” (vino).

·         Lo dio:  El pan y vino solo para la persona, indigesta, emborracha y victimiza. Solo sabe cuándo se da a los que más lo necesitan, y sabe mejor con la compañía.  Como dice Pablo Neruda (1904-1973): “Por eso pan, si huyes de la casa del hombre, si te ocultan, te niegan, si el avaro te prostituye, si el rico te acapara, si el trigo no busca surco y tierra, pan, no rezaremos, pan, no mendigaremos, lucharemos por ti con otros hombres, con todos los hambrientos” hasta que todos te tengan (Oda al Pan). O el jesuita Pedro Arrupe (1907-1991): “Mientras exista hambre en el mundo, la Eucaristía no será plena”.

Por eso la Eucarística es la dialéctica de la vida: nos partimos y esforzamos para que otros tengan, pero no vivimos solo para eso; lo festejamos y nos damos el lujo de celebrar.  Como me dijera un campesino guerrerense: “quien no se parte, acaba partiéndosela a los demás”.  Es el mejor retrato de Jesús, porque así fue, así vivió y así vive en todos los que lo hacen como él hasta que vuelva. Sacralizan el universo y nada tiene que ver con chivitos degollados incruentamente a perpetuidad o viajes en el tiempo al año 33 a las murallas de Roma. Es toda una vida no solo una muerte.

5.       La Dialéctica el crucificado violentamente es el resucitado y es Mesías

Esta última dialéctica se da en tiempos de la iglesia, derrotados los romanos en el siglo IV, sobre todo por la visión que tuvo el emperador Constantino hacia el año 312 que precedió a su victoria, donde vio una cruz en el cielo con las palabras “con este signo vencerás”. Antes de eso se usaba marginalmente, pues era de mal gusto usar como adorno un signo de tortura.  Era tan “gore” como si hoy cargáramos collares de sillas eléctricas, horcas, AK47 o inyecciones letales. Por eso a Jesús-Mesías se le representaba con las figuras de pastor, pez, ancla o paloma.  Aunque del siglo IV al XII la figura predilecta era la de Jesús poderoso, vestido de púrpura real y azul celeste, bendiciendo y con un libro de las Escritura, sintetizando en su mirada el cariño y la fuerza poderosa e imperial cristiana.  No fue sino hasta la Alta Edad Media en el siglo XIII que se popularizaron las imágenes del crucificado, exaltando su sufrimiento, sangre y más sangre, látigos, clavos, etc. y a sus pies María pálida y desmayada por el dolor.

Esto marcó la vivencia cristiana que se centró en el pecado y la liberación de Jesús del dolor y males del pecado, por el cual los y las seguidoras debían pagar materialmente para eliminarlo so pena de ser llevados a los castigos perpetuos del infierno.  Nuestra religión se volvió sensible, dolorista y sombríamente pecadocéntrica y existencialmente sumergida en el temor.

Un giro lo vino a dar en el siglo XVI el cristianismo reformado, que insistió en la acción moral para salvar, más que en el pecado, pero vincularon la conducta ético-moral con el ser religioso cristiano y así encontramos aberraciones que afirman “te falta Jesús” como sinónimos de limitantes en el comportamiento moral. Cristiano ejemplar era el trabajador, integro moralmente, lector asiduo de la Biblia memorizada, predestinado por Dios. Mientras que los que tenían fallas morales (sobre todo en aspectos sexuales) eran réprobos y expulsados de la familia e iglesia (embarazadas fuera del matrimonio, segundas nupcias, diversidad sexual y toda forma de erotismo) junto con un ser cristiano blanco, sajón y consumidor.  Pero lo aberrante es que asesinos, racistas, corruptos y defraudadores, sexualmente impecables, con familias de catálogo y miembros prominentes de la asamblea de Dios se les omite eso. Podemos decir que la dialéctica vital se olvido y se vivía fragmentariamente.  Cristianos piadosos con discursos inspiradoras, pero con conductas aberrantes y sostenidas porque no eran vistas o descubiertas.

6.       Conclusión: hacia nuevas dialécticas

Hoy estamos en la crisis más grande del cristianismo porque no somos dialécticos desde mi punto de vista. Empezamos diciendo que el Mesías es Jesús, que es el crucificado muerto no en una cama y en cuidados intensivos, sino violentamente abandonado, desnudo y que como grita el centurión (un soldado, mercenario, pagano e ignorante) situado de frente al pie de la Cruz: en verdad ese era el hijo de Dios (Mc 15,39), el resucitado, el anastasein (puesto en píe, Mt 27.53), el que se nos hizo visible (1 Cpr 15.8). no un fantasma ni zombi viviente. Esto quiere decir que el cambio vital viene de integrar y aceptar el sufrimiento e incoherencias personales, sociales y eclesiales, como sentido de vida y eso nos abre a nuevas síntesis, donde experimentamos la experiencia viviente de Jesús como una realidad que afirma “él lo hizo de verdad”.

Hay cristianos que han cometido aberraciones, pero en el proceso se han vuelto grandes, porque en esa crucifixión, resucitaron y vino el mesianismo o cambio y ahí vivieron la Pascua de Jesús.  Negarlo es afirmar cosas como “todo sacerdote es pederasta por eso ya no voy” y te quedas en el pesimismo de la crucifixión; Cantar a pecho: “desde que estoy junto a ti la vida es como andar entre la espuma”, o posturas espiritualoides como la consigna: “somos elegidos por Dios para ser fraternos y solidarios” pero sin concreciones verificables. Eso es vivir falsas resurrecciones en la apariencia, viviendo en el autoengaño, la falta de crítica y complacencia.  Por eso, la síntesis mesiánico-crucificada-resucitada es: “Señor, no soy digno de que vengas a mi, pero una palabra tuya bastará para sanarme”; es decir, reconozco que soy muy limitado/a, pero transformado/a y eso me hace entender lo que soy hoy. Y sin pena, como resucitado en la vida, los comentarios docetas me hacen crecer, porque el resucitado nos hace decir como la cantante Lucero agobiada por periodistas sin escrúpulos en el teatro San Rafael de la ciudad de México en agosto de 2003: “Y”, expresión que dice todo y más.

Miguel Angel Caravaggio (1570-1610), es un gran pintor, puedo decir, es el barroco en pintura. Era promiscuo, alcoholico, sus modelos son gente del pueblo con la que convive y son sus modelos que le dan un gran realismo.  En el encuentro del Resucitado con Tomás, le jala la mano para que meta hasta lo más profundo sus dedos.  Hasta el fondo de las heridas. ¿Duele!.  Y el pobre con cara de golpeado por la vida tiene una expresión de sorpresa e incredulidad.  Jesús le grita: ¡No seas incédulo, cree!

martes, 28 de marzo de 2023

La Aristofobia: el odio a los mejores, la debacle institucional eclesial.

José Ortega y Gasset es uno de los grandes pensadores en español.  En su libro “La España Invertebrada” acuña el término “aristofobia” que es el odio, el temor que en especial los españoles y muchos hispanófilos han desarrollado de forma tradicional contra los mejores, aquellos que, en teoría, deberían tener un papel sobresaliente en nuestra sociedad.

El libro, publicado en 1921, analiza la crisis social y política de la España de su tiempo, en muchos sentidos similar a la contemporánea, y de manera correlativa en Hispanoamérica, culpando de la “invertebración” o falta de una columna que sostenga a separatismos, regionalismos y subjetivismos exacerbados. Ortega denuncia la falta en la cultura hispana de una minoría dirigente e ilustrada capaz de tomar decisiones con eficacia. Es lo que él llama la “aristofobia”, un fenómeno propiamente hispano que intentará responder el porqué de su existencia y su ausencia en otras culturas paralelas como la sajona u oriental. Esto sin decir mejores, sino diferentes y que es necesario caracterizar para crecer.


Parroquia de Guadalupe, Madrid (1964)

Dice Ortega: “Por una extraña y trágica perversión del instinto” el pueblo español detesta a todo hombre ejemplar, o, al menos, está ciego para sus cualidades. En todo caso, prosigue, si se deja conmover por alguien suele ser por algún hombre “ruin e inferior que se pone al servicio de los instintos multitudinarios”. La aristofobia es una de las causantes de “la mortal enfermedad padecida por nuestro pueblo”. Tras mirar los diagnósticos con respecto al denominado “problema de España”, Ortega opina que “la ausencia de los mejores, o, al menos su escasez, actúa sobre toda nuestra historia y ha impedido que seamos nunca una nación suficientemente normal, como lo han sido las demás nacidas de parejas condiciones”.

Esta ausencia del liderazgo de los mejores ha creado en la masa, y es en este mismo instante cuando el pensador introduce por primera este término, que luego desarrollaría en ‘La rebelión de las masas’, una ceguera que le impide hacer distinción alguna entre el ‘hombre mejor’ y el ‘hombre peor’, «de suerte que cuando en nuestra tierra aparecen individuos privilegiados, la masa no sabe aprovecharlos y a menudo los aniquila». Ortega concluye señalando el peligro de que un pueblo “por una perversión de sus afectos», se dé en odiar a todos aquellos individuos ejemplares, por el mero hecho de serlo, causando la irremediable degeneración de esa nación. España es «un lamentable ejemplo de esta perversión» antes descrita.


Nave de la Iglesia de San Pedro, Abadía de Cluny, siglo XI, la más importante de la Alta Edad Media, atravesada por una calle hecha por los revolucionarios en 1789.

Hasta aquí Ortega, pero la lectura de su obra casi diez años después de dejar la participación activa en la institución eclesial, me hizo entenderla históricamente.  La Iglesia mexicana fue configurada por españoles y en el siglo XX, siempre vio como ejemplar el pensamiento y cultura hispano. Un ejemplo es el sueño hispanófilo de Marcial Maciel, icono de la crisis eclesial mexicana.  En efecto, hubo gente muy notable, pero esta lacra cultural se nos pegó sin querer.  Por ejemplo, el Superior General Jesús M. Padilla decía en los años 60, “vamos por la reconquista de España” y puso como cabeza de playa una enorme parroquia con diseño vanguardista dedicada a la Virgen de Guadalupe y casas en Calahorra, Córdoba, Zaragoza y dos intentos de noviciado. Ingresaron algunos españoles, los cuales fueron tratados como flores preciosas al interior de la institución, en general de nivel sociocultural bajo.  Pero con la debacle del catolicismo a la muerte de Franco, la versión española entró en crisis y los pocos que permanecieron se trasladaron a América.


Iglesia de Nuestra Señora de la Soledad, San José del Altillo, icono de la reforma liturgica previa al Concilio, vanguardia cultural y eclesial (1959)

Estos sujetos, en una cultura hispanofilica eran tratados como geniales. Nunca se inculturaron a estas tierras y si lo hicieron fue deplorable por su pobre nivel. Podría citar muchos casos.  Solo pondré algunos.   Iban a Chiapas y felices de disfrazarse de indígenas o tomar fotos con los niños del lugar para sus amistades peninsulares. La rica cultura originaria era vista solamente como curiosidad y artesanía.  Una fiesta de Cristo Rey nos pide uno que no cantemos “Que viva Cristo Rey” porque era canto franquista, ajeno de lo que fue la Cristiada en México. Lo mandamos a volar.  Odiaban los altares de muertos porque era brujería e idolatría, esto dicho en pleno siglo XX y embarrarse de cultura en la Universidad de Comillas.  El colmo, uno que llegó a provincial comenta en la comida “joder, que feos sois vosotros, hoy subí al metro y lo comprobé”. Gente con don de trato pero ignorantes y xenofóbicos.

Yo me fui desilusionando y dándome cuenta de eso comenté particularmente a un compañero que en las siguientes elecciones, solo pusiéramos a uno de ellos y tomé distancia de ellos por considerar que no tenían conocimiento ni apertura al punto que dijo: “Cómo quieres que hable de Conchita si ni yo la entiendo”.  Y lo que hice particular se volvió chisme y me volví en antihispanista, cosa que no es verdad y viví su marginación.

Hoy me doy cuenta de que en buena parte la debacle de la institución es parte de eso.  Quien disiente de ellos se le aplica la aristofobia y se le sicologiza con frases “es bueno, pero ese no es un problema”; “es un genio, pero está loco, debería ser internado”, etc.  En estos quince años hemos visto partir a un Superior General, personajes valiosos hoy en la transformación del país, que fueron promovidos por una generación de apertura y bloqueados por su oportunismo. Además, ver morir sujetos excepcionales marginados como Juan Molina. Son incapaces de liderear un proyecto de significancia social y eclesial, en fin no dejan de ser como dijo un amigo “los tontos misioneros de la buena onda”.   Me da lástima.  Hoy los comprendo mejor y veo con pena que no tienen con que salir adelante históricamente.  Ni hablar hoy Cluny, la abadía más representativa del siglo X, son ruinas y pasa una carretera en medio de ella.  Lo mismo pasará con el Altillo el más representativo de sus monumentos irremediablemente. Y lo comparto por su falta de autocrítica y porque históricamente tiene que quedar plasmado.


Abba Pambo Juan (1950-2013)


En épocas de transición cultural en la iglesia surgen personajes que son puente y aunque son pocos, en un océano de descomposición surgen luminosos.  Tal fue el caso de los padres de la iglesia, que hoy recuperamos, pues ser de transición fu su signo y nos iluminan hoy.

Abba Pambo, vivió en el siglo IV, era discípulo de San Antonio Abad, se retiró al desierto de Nitria y era reconocido por su sabiduría, austeridad y vivía en un lugar muy apartado, a donde iban a consultarlo por su gran sabiduría y capacidad para resolver casos personales muy difíciles que se daban en el cambio de institucionalización de la iglesia.  Murió en el año de 375.

Juan Molina era un citadino de clase media acomodada, estudió en la Universidad la Salle la preparatoria, le gustaba la gimnasia olímpica, cuando conoció la gran personalidad de Eugenio Sánchez, un hombre de fuerte personalidad, espiritual, que imponía por su calidez, quizá con el único defecto de que le gustaba vivir muy bien.  Entró al noviciado de los Misioneros del Espíritu Santo en Tlalpan y sus primeros años, como él me decía, los vivió en la frivolidad, hasta que entendió lo que era la radicalidad evangélica en el filosofado que hizo en Guadalajara.  A partir de entonces se impuso un estilo de vida que nunca cambio: austero, sencillo y sin poses que a todos nos impresionó.  Asimismo comenzó la filosofía que le ayudó a ser profundamente reflexivo, lo cual lo acompañaba con un café de calidad y en grandes ocasiones con un habano o un mezcal, que eran sus únicos y raros lujos.  Siempre haciendo la pregunta acuciosa, cuestionante, contorsionando las manos, que los que le conocieron recuerdan.

Así sirvió a los jóvenes en CUVIC, hizo sus estudios teológicos en el Instituto de Teología de la Arquidiócesis de México.  Pero lo suyo fue la antropología, sociología y sicología.  Sus reflexiones, para los que lo compartimos nos marcaron la vida a una generación.

Recién ordenado, fue destinado al recién inaugurado Noviciado de Querétaro y fue en 1982 con 32 años el encargado del Postulantado.  Ahí lo conocí. Imponía su radicalidad, su buen humor y el estar siempre pensativo.  A los fragiluchos nos generaba temor y admiración y nerviosismo cuando estaba junto a uno sin saber de qué hablar.  Además, tenía heterocromía, un iris verde y el otro café que imponía aún más.  Pasamos al noviciado en un momento de definición en el que con el equipo formador impuso un estilo radical y novedoso para los jóvenes que ingresaron buscando el seguimiento de Jesús y que muchos que tenían más “boca-ción” que vocación y no soportaron ese ritmo.  De una fortaleza impresionante, me decía: “el deporte es el mejor discernidor vocacional”.  Gustaba jugar futbol y ahí veía la mezquindad, solidaridad, esfuerzo por salir adelante, o el no interés por jugar, que para él era reflejo de actitud vital.

En 1988 fue nombrado rector del filosofado y tantos años marcaron a muchos religiosos con su estilo y manera de pensar. Ahí supe lo que es tener una figura paterna espiritual. Nos enseñó a amar a los pobres, la familia, la iglesia latinoamericana, el valor comunitario, la rectitud, el seguimiento de Jesús, como él decía: “ser propuesta” para los demás.  De ese momento recuerdo que un mediodía teníamos deporte y yo antes de ir a la cancha pasé al refrigerador a hacerme una torta de queso.  Cuando cerré la puerta con torta mordiendo me encontró y moría de la vergüenza y me daba hombre muerto. Cuando me dijo contra lo que esperaba: “Siéntete familia, siéntete en casa, esta es la tuya, no eres un arrimado, tienes hambre, come”.  Esas palabras marcaron mi estancia en la Congregación y más efectivas que otras cosas. En otra ocasión fuimos a una ordenación y se sentó a leer el periódico en una banca en la puerta, viendo de reojo como íbamos vestido.  En eso uno pasó con los tenis sucios, pero recientemente elegante fue a una boda familiar. Le dijo: “Cómo se ve que esta no es tu fiesta, ve, cámbiate y regresas”. El otro dijo: “me dejarán”. Respondió: “no importa, pero ahí te quiero ver bien arreglado, la pobreza no es miseria ni fodonguez, sino dignidad”.

Pasaron los años y fue nombrado consejero de la Provincia, pero más que gobernante, su fama como la de Abba Pambo era el ser consejero de situaciones existenciales difíciles.  El me compartía: “no estoy aquí para mandar, sino para ser puente entre tendencias para salir adelante”. Yo veía cómo llegaban a hablar con él jóvenes y padres mayores, salían adelante y otros abandonaban la Congregación.  Yo le decía: “Abba Pambo, eres como San Judas Tadeo, te mandan casos desesperados”. El solo levantaba los hombros.

El, junto con otros nos enseñó a ser frontera, cosas que hizo muy bien.  Podía estar con las personas más tradicionales y conservadoras de la iglesia y ser cordial con sinceridad, pero lo suyo era la iglesia popular, el pobre, pero no para foto, sino como él decía: “los pobres no son artesanías para tomarte fotos, son gentes que debes decir, estas y estos son mis amigos de nombre y apellido, no un ente abstracto”. Por el compartí a Monseñor Romero, a Don Samuel Ruiz, a los zapatistas, la UPREZ de Iztapalapa.  Siempre me impulso y decía: “los movimientos sociales no son químicamente puros, no los entenderán, pero es de Dios, es la frontera para el futuro, ahí tenemos que estar”. “En la iglesia no somos los puros, sino los maltratados que queremos ser signos y así aceptar a los demás, no marginarlos”. Muchas anécdotas.

Fue a Tlapa, donde es la plenitud de su vida, ya mayor, compartiendo con los más vulnerables, se conmovió con Ayotzinapa, hasta allá llevaban a Pambo los casos difíciles, pues no le gustaba venir a la ciudad, y pocos le sostuvieron la radicalidad de vida ahí. Luego lo enviaron a atender la Institución Rougier a atender clérigos que necesitaban restaurar su persona por distintas situaciones existenciales graves, tan oculto e importante el trabajo que un obispo dijo: “Si los Misioneros desaparecieran, por esa obra justifican su existencia”.  Para ellos yo oía frases como esta: “nadie te juzga por tus hechos, tienes que rehacerte como persona antes y luego servir al reino, si no no serviras”.  Muchos sacerdotes agradecidos lo recuerdan entrañablemente.

Siguió al máximo hasta que el corazón se detuvo, agarrándolo con la mano por la pasión y el dolor, dejando a su congregación sumergida en una profunda crisis. Varios seguimos su funeral por TIC y definitivamente es un modelo para seguir. Como dijera un compañero: “Pues hasta para los conservas de las misas gregorianas tuvo y tiene Juan, él no se limitaba ni a Tlapa, ni a la casa Provincial, ni a Cruces ni a la Institución Rougier, ni a la calle, ni a Acteal; él fue libre y auténtico. Estos, ojalá y aprovecharán su conservadurismo y buenos oficios en Roma y, en unos años lo introdujeran como causa. Me cae que sí es atractivo para el seguimiento... Uno como Juan salva incluyendo a toda la Institución. Y en relación con la celebración, creo que por un lado estuvo muy asertiva y emotiva, pero creo que careció de profundidad en el tema del seguimiento y fidelidad al proyecto del reino; el auditorio clerical se prestaba muy bien para eso. Ojalá y aprovechen para hacer una autocrítica teniendo como espejo la autoridad provincial que tuvo Juan”.

Una tarde de improviso en Guadalajara me dijo a bocajarro por mis constantes preguntas sobre el sacerdocio: “porqué no te decides a vivir el sacerdocio existencial” y se retiró.  La pregunta a 35 años sigue, hoy puedo decir con Hebreos : “Tenemos un gran sacerdote al frente de la casa de Dios” (4,14), pues “nos ha abierto caminos nuevos y vivientes” (10,20), así que “corramos con perseverancia” (12,21) hacia la luz en medio de tantas tinieblas.


lunes, 16 de enero de 2023

 

Tú eres sacerdote para siempre según el orden de Melquisedec

25 años formales de búsqueda

(Salmo 110,4; luego Hebreos 5,6)


 

El o la ministro de lo sagrado en todas las culturas ha jugado un papel muy importante y en su configuración han jugado papeles que podríamos llamar existenciales por un lado, o de poder sagrado o hierático por el otro. Aunque es to es simple se puede representar a Dios al estilo egipcio con oro, voz solemne, separado de todos y alegando el poder de Dios; simbólicamente con una fanfarria de Verdi de la marcha triunfal de Aida: “gloria al eterno vencedor del Egipto inmortal”; o más sencillamente como Isaías o las tribus israelitas, como un servicio de consuelo, manos que ayudan y se hacen presentes en los momentos difíciles. Esto existencialmente me invoca al Tatik Samuel a quien traté, conocí y amé.  Obviamente el segundo modelo luce menos, pero es más gratificante. El primero a gente insegura lo hace sentirse bien y se vuelve en una especie de mago que da certeza ante la pobreza de personalidad.

En la llamada Carta a los Hebreos, un discurso en un magnífico griego, escrito tardíamente, se retoma la situación y podemos decir que el modelo egipcio por más marchas triunfales de Aida no alcanza un gramo de salvación, en cambio con Jesús, de un modo creíble, porque implicó su vida y persona en la atención hasta el limite de las necesidades es el único Sacerdote para la humanidad. Y lo compara con el Salmo 110 que dice eso porque es del tipo de Melquisedec, es decir, de un origen único y desconocido por la gente.

A lo largo de la historia del cristianismo, esto no ha sido muy escuchado, pero ha tenido sus luces. En Europa para enfrentar la crisis del protestantismo que rechazaba el modelo digamos egipcio, afirmando Lutero también desde Hebreos dice que en Jesús todos somos sacerdotes, tanto hombres como mujeres y que el presbítero no es necesario. El catolicismo lo negó, pero sin releer Hebreos planteó un modelo digamos “jesuita”: serio, adusto, vestido de negro con sencillez, culto y preparado intelectualmente; especialista en la palabra y la Biblia y celebrante del sacramento.  Estos lideres socio-religiosas preservaron la cultura y como funcionarios de las distintas coronas europeas fueron sus líderes sociales, algunos hasta el siglo XX. 

Con los procesos secularizadores iniciados desde el siglo XVIII, agudizados en el siglo XIX, en crisis en el XX y con señalado rechazo en el XXI, marcaron el desplazamiento del presbítero a lo espiritual sacándolo de la plaza pública, pero como en su configuración eso no estaba en su mentalidad, lo descarrilaron y posterior a la Segunda Guerra esto se agudizó. Para mi su fin es icónicamente la imagen del “Padrecito” de Cantinflas (1964), donde el padre Sebastián, cómicamente intentando ser moderno, “buena onda” e innovador, se contrapone ai padre Damián, de viejo cuño, sin dinero (eterna crisis del cura contemporáneo que no sabe manejarlo), pero éticamente impecable.



Es en ese contexto donde a partir de 1977 formalmente me plantee ser ministro de lo sagrado.  Conocí el hieratismo del Opus Dei, pero por motivos diversos no encajé; pero la revolución mental me la dio el movimiento eclesial de Puebla en 1979, conocí a los Misioneros del Espíritu Santo que se abrieron a la inquietud diríamos existencial; por ellos traté a Don Samuel Ruiz y surgió un grupo que fuimos impulsados por la institución en esa época por construir un ministerio más existencial, pero algunos se asustaron, un sector cerró las puertas y con motivos diversos obligaron a casi todos a dejarlos.

Hoy con serenidad veo que los Misioneros del Espíritu Santo después de un breve período de apertura se volvieron una imagen cómica y contradictoria. Amables, con un discurso empático y “buena onda” intentando ser modernos, pero con prácticas contradictorias, preservando y consumiendo rápidamente lo poco que tienen y les queda, lejos de ser críticos o buscar renovar e innovar, hacen valoraciones sicologizantes, se vuelven torpes y rígidos en los hechos, lejanos de cualquier autocrítica y descalificando a cualquiera de donde venga. En los hechos ni acompañan ni son solidarios, su discurso es vacío, en síntesis, insignificantes socio-religiosamente y condenados a la desaparición en una erosión veloz. No es consuelo alguno tampoco que muchos sectores eclesiales estén igual.  

Por los motivos que sean, no es, ni será mi espacio, pero si soy creyente, sigo amando a la iglesia y mantengo mi fe en Jesucristo. Teológicamente sigo siendo ministro sacerdotal desde el 17 de enero de 1988 con carácter, es decir de modo irrenunciable.  Veinticinco años ya y sin la mínima duda de mi búsqueda, tratando de ser lo menos imperfecto, en otros contextos, pero con claridad de que lo que recibí y haré seguirá siendo como Hebreos 5. Ministerio sacerdotal, de otra manera, nueva y diferente, sencilla y sin ruido, al estilo de Melquisedec. Pero también que en el modo clásico institucional y público al estilo del padre Sebastián de Cantinflas, ni me veo ni me veré jamás como dice: “Estoy aquí porque no estoy en ninguna parte”. Que así se vivan ellos, yo no.

A 25 años me da vida seguir estando presente en la vida de los que públicamente traté y me trataron que nos envejecemos y seguirmos queriendo y en el desarrollo de la defensa de los derechos de niñas, niños y adolescentes que es un tema apasionante.