A sus 70 años: Los Espirituales de Álvaro Matute
Abril 19 de 2013
Este
19 de abril celebramos setenta años de vida de uno de los pilares de la
investigación historiográfica en nuestro país y modelo de universitario,
orgullo de la Universidad Nacional Autónoma de México, y glosando al gran
Carlos Fuentes cuando califica a la UNAM, podemos también decir sin pecar de
exceso retórico que Álvaro Matute es “el alma de la Historia en México”.
Esto no lo digo solo por contarme con gran orgullo como su
alumno y discípulo, ni presumir que fui su asistente en su célebre cátedra de
introducción a la Historia (donde fui más oyente que suplente), ni por
considerarlo mi “maestro y amigo” como decía
don Edmundo O´Gorman de José Gaos. Nos vincula más que el cumpleaños común, el
gusto por la Historia, siendo a su vez él mismo mi “espiritual” en este campo.
Sobre esto último, en cada curso de introducción a la
Historia, pero incluso con los que nos iniciábamos en el posgrado a don Álvaro
le gusta repetir invariablemente esta anécdota de don Edmundo O ‘Gorman que contaba en sus últimas
intervenciones públicas,—medio real, medio inventada— en la cual se encontraban
dos historiadores en un congreso. Uno le preguntaba al otro acerca de qué
estaba investigando, y al indicar el tema, el primero le requería: “Y ¿cuáles
son tus materiales?” Don Edmundo cerraba el supuesto diálogo con el comentario:
“Por qué no se le ocurre preguntar ¿cuáles son tus espirituales?”
De ahí yo me pregunto: ¿Cuáles son los espirituales de Don Álvaro Matute?
Yo creo sin temor a equivocarme ni de agotarlos que son cinco principales.
Y digo sin temor a equivocarme, porque es tal la fuerza con los que nos los
transmite que como dice el Dr. Gaos es algo que nos deja “sin posibilidad de
solución” a también volvernos a su vez sus alumnos, o hacerlos en términos
O´gormianos también “espirituales” nuestros. Paso a enumerarlos:
El primero es el gran José Gaos, ese pensador que cabalga
entre la Filosofía y la Historia, discípulo de Heidegger, de lenguaje nada
fácil, pero que con su palabra sabrosa Don Álvaro y Evelia nos lo hacen
accesible, cercano, amable y admirable. Mi vocación a la Historia se define en
su seminario del estudio de su monumental “Historia de nuestra idea del Mundo”,
pero también con otros trabajos que nos compartió. De él nos enseña a ser
serios, trabajadores, rigurosos y sistemáticos.
El segundo es el gran “zorro” en el sentido de Arquiloco,
releído por Tolstoi y presentado por Isaiah Berlin (autores que nos hizo
conocer don Álvaro a su vez). Me refiero al imprescindible en sus espirituales:
Edmundo O ‘Gorman. Nos lo da a conocer
desde la anécdota vital, hasta lo más profundo de su pensamiento y reflexión
histórica. La agudeza, el ingenio, la
discusión, la pasión. ¿Quien no se
enamora de la Historia al estilo de Edmundo O ‘Gorman oyendo a Álvaro Matute?
El tercero es Hayden White, donde don Álvaro al presentarnos su Metahistoria y otros artículos más recientes junto con Evelia nos
muestran que
el modo de implicación ideológica es uno de los niveles de conceptualización de
todo trabajo historiográfico. Don Álvaro nos enseña que White, con apoyo en
Karl Mannheim, establece cuatro modos de implicación ideológica: anarquista,
radical, liberal y conservador, para con ellos denotar la constitución
ideológica de los discursos históricos del siglo XIX. Pero junto con White se
nos aparecen Ricoeur, Dilthey y tantos autores, que a los que compartimos con Álvaro
y Evelia, nos hacen apasionados y conscientes del discurso histórico que
manejamos, para concluir como el mismo Dr. Matute dice y es su forma de hacer
Historia:
Al narrar el historiador expone los hechos, interpreta
las intenciones, les da sentido, en fin, maneja los acontecimientos de manera
que lleguen al lector, no como realmente pasaron, lo cual es imposible, sino
como el historiador los recrea a partir de un examen muy cuidadoso no sólo de
los materiales primarios, sino de la recomposición que lo lleve a una
reconstrucción consciente de sí misma, es decir, con conciencia de que está
elaborando un discurso que representa la realidad, una realidad ida sólo
recuperable gracias al historiador que la recrea. No es que los hechos hablen
por sí solos, como preconizaban los positivistas, porque si no se les
despierta, permanecen callados. El historiador debe recuperar la voz de los
hechos, para que hablen con la posteridad. Es preciso resaltar, con ironía, los
contrastes políticos entre lo que se decía hacer y lo que realmente se hacía.
Con ello, y sin nada que parezca sermón, sería posible restaurar una moral de
la historia.
El cuarto es uno fundamental, pero tan connatural que a
veces nos pasa desapercibido, como bien lo apunto Enrique Krause al pedir al
final la palabra durante su homenaje.
¿Qué sería del quehacer histórico de Álvaro Matute sin Evelia Trejo? Con
ella problematiza, anima, impulsa, matiza la actividad de Álvaro Matute
historiador. Es la que hace que el
taller del historiador se vuelva lúdico y apasionado. Quién de sus alumnos no
comenta con sana envidia: el sueño de todo historiador es tener a su lado a
alguien como Evelia que impulse o en su momento ponga freno. Evelia es una
mujer noble, muy buena, “de esas que mandan los dioses” como dice Denisse y
ella se sube al revolucionario tren de la historia de don Álvaro haciéndolo imparable
sin que él se de cuenta. Evelia le enseña a don Álvaro también a “quitar el pie
del acelerador” para poder contemplar el paisaje y le exige que juegue en la
vida en vez de solo analizarla. Y eso sin contar el gran regalo que le dio en
su hija Ana María ahora promotora cultural. ¿Quién de sus alumnos puede
imaginar el patio interior del Instituto de Investigaciones Históricas sin esta
pareja de historiadores produciendo a media mañana en tiempos de cursos
disfrutando su quehacer?
El quinto y último espiritual de Don Álvaro es el cine.
De él aprendimos a ver el cine con ojos de historiador, desde Rashomon de Akira Kurosawa, Historia de Lisboa de Wim Wenders, o el
documental La neuvième" (2004)
de Pierre-Henry Salfati traducido al castellano como “La novena sinfonía: un
himno colectivo”, proyección que me hizo entender el papel del historiador de
mano del Dr. Matute. Pero sinceramente Álvaro Matute se me hace más una versión
paralela, aguda pero más seria de Woody
Allen. A quien admira y nos hace admirar. Pero son muy parecidos en muchos
aspectos: críticos, metafóricos, anecdóticos y quien olvidará alguien en esta
vida y en la otra la sonrisa “en episodios” de Don Álvaro al contarnos una
anécdota o un chiste. Estar en clase con él es como la escena en la película de
Woody Allen cuando el protagonista entra en un café de Montmartre en París para
dialogar con Hemingway, Picasso, Buñuel, siendo en el caso del Dr. Matute en su
narrativa el trasladarnos a dialogar con José Gaos, Edmundo O´Gorman, Eduardo
Blanquel, Ramón Iglesias, Luis González y González y otros por los pasillos de
la Facultad de Filosofía y Letras.
Sean estas mis palabras un pequeño homenaje en su
cumpleaños setenta para mi maestro y amigo al que escribo esta ponencia no
pronunciada que comparto solo para él, lejos del foro académico pero con gran cariño.
Luis Arturo García Dávalos
Ciudad Universitaria