miércoles, 14 de enero de 2015

Alvaro Matute Aguirre: maestro y amigo.

A sus  70 años:  Los Espirituales de Álvaro Matute




Abril 19 de 2013

Este 19 de abril celebramos setenta años de vida de uno de los pilares de la investigación historiográfica en nuestro país y modelo de universitario, orgullo de la Universidad Nacional Autónoma de México, y glosando al gran Carlos Fuentes cuando califica a la UNAM, podemos también decir sin pecar de exceso retórico que Álvaro Matute es “el alma de la Historia en México”.
Esto no lo digo solo por contarme con gran orgullo como su alumno y discípulo, ni presumir que fui su asistente en su célebre cátedra de introducción a la Historia (donde fui más oyente que suplente), ni por considerarlo  mi “maestro y amigo” como decía don Edmundo O´Gorman de José Gaos. Nos vincula más que el cumpleaños común, el gusto por la Historia, siendo a su vez él mismo mi “espiritual” en este campo.     
Sobre esto último, en cada curso de introducción a la Historia, pero incluso con los que nos iniciábamos en el posgrado a don Álvaro le gusta repetir invariablemente esta anécdota de don Edmundo O ‘Gorman que contaba en sus últimas intervenciones públicas,—medio real, medio inventada— en la cual se encontraban dos historiadores en un congreso. Uno le preguntaba al otro acerca de qué estaba investigando, y al indicar el tema, el primero le requería: “Y ¿cuáles son tus materiales?” Don Edmundo cerraba el supuesto diálogo con el comentario: “Por qué no se le ocurre preguntar ¿cuáles son tus espirituales?”
De ahí yo me pregunto: ¿Cuáles son los espirituales de Don Álvaro Matute?
Yo creo sin temor a equivocarme ni de agotarlos que son cinco principales. Y digo sin temor a equivocarme, porque es tal la fuerza con los que nos los transmite que como dice el Dr. Gaos es algo que nos deja “sin posibilidad de solución” a también volvernos a su vez sus alumnos, o hacerlos en términos O´gormianos también “espirituales” nuestros. Paso a enumerarlos:
El primero es el gran José Gaos, ese pensador que cabalga entre la Filosofía y la Historia, discípulo de Heidegger, de lenguaje nada fácil, pero que con su palabra sabrosa Don Álvaro y Evelia nos lo hacen accesible, cercano, amable y admirable. Mi vocación a la Historia se define en su seminario del estudio de su monumental “Historia de nuestra idea del Mundo”, pero también con otros trabajos que nos compartió. De él nos enseña a ser serios, trabajadores, rigurosos y sistemáticos.
El segundo es el gran “zorro” en el sentido de Arquiloco, releído por Tolstoi y presentado por Isaiah Berlin (autores que nos hizo conocer don Álvaro a su vez). Me refiero al imprescindible en sus espirituales: Edmundo O ‘Gorman.  Nos lo da a conocer desde la anécdota vital, hasta lo más profundo de su pensamiento y reflexión histórica.  La agudeza, el ingenio, la discusión, la pasión.  ¿Quien no se enamora de la Historia al estilo de Edmundo O ‘Gorman oyendo a Álvaro Matute?
El tercero es Hayden White, donde don Álvaro al presentarnos su Metahistoria y otros artículos más recientes junto con Evelia nos muestran que el modo de implicación ideológica es uno de los niveles de conceptualización de todo trabajo historiográfico. Don Álvaro nos enseña que White, con apoyo en Karl Mannheim, establece cuatro modos de implicación ideológica: anarquista, radical, liberal y conservador, para con ellos denotar la constitución ideológica de los discursos históricos del siglo XIX. Pero junto con White se nos aparecen Ricoeur, Dilthey y tantos autores, que a los que compartimos con Álvaro y Evelia, nos hacen apasionados y conscientes del discurso histórico que manejamos, para concluir como el mismo Dr. Matute dice y es su forma de hacer Historia:
Al narrar el historiador expone los hechos, interpreta las intenciones, les da sentido, en fin, maneja los acontecimientos de manera que lleguen al lector, no como realmente pasaron, lo cual es imposible, sino como el historiador los recrea a partir de un examen muy cuidadoso no sólo de los materiales primarios, sino de la recomposición que lo lleve a una reconstrucción consciente de sí misma, es decir, con conciencia de que está elaborando un discurso que representa la realidad, una realidad ida sólo recuperable gracias al historiador que la recrea. No es que los hechos hablen por sí solos, como preconizaban los positivistas, porque si no se les despierta, permanecen callados. El historiador debe recuperar la voz de los hechos, para que hablen con la posteridad. Es preciso resaltar, con ironía, los contrastes políticos entre lo que se decía hacer y lo que realmente se hacía. Con ello, y sin nada que parezca sermón, sería posible restaurar una moral de la historia.
El cuarto es uno fundamental, pero tan connatural que a veces nos pasa desapercibido, como bien lo apunto Enrique Krause al pedir al final la palabra durante su homenaje.  ¿Qué sería del quehacer histórico de Álvaro Matute sin Evelia Trejo? Con ella problematiza, anima, impulsa, matiza la actividad de Álvaro Matute historiador.  Es la que hace que el taller del historiador se vuelva lúdico y apasionado. Quién de sus alumnos no comenta con sana envidia: el sueño de todo historiador es tener a su lado a alguien como Evelia que impulse o en su momento ponga freno. Evelia es una mujer noble, muy buena, “de esas que mandan los dioses” como dice Denisse y ella se sube al revolucionario tren de la historia de don Álvaro haciéndolo imparable sin que él se de cuenta. Evelia le enseña a don Álvaro también a “quitar el pie del acelerador” para poder contemplar el paisaje y le exige que juegue en la vida en vez de solo analizarla. Y eso sin contar el gran regalo que le dio en su hija Ana María ahora promotora cultural. ¿Quién de sus alumnos puede imaginar el patio interior del Instituto de Investigaciones Históricas sin esta pareja de historiadores produciendo a media mañana en tiempos de cursos disfrutando su quehacer?
El quinto y último espiritual de Don Álvaro es el cine. De él aprendimos a ver el cine con ojos de historiador, desde Rashomon de Akira Kurosawa, Historia de Lisboa de Wim Wenders, o el documental La neuvième" (2004) de Pierre-Henry Salfati traducido al castellano como “La novena sinfonía: un himno colectivo”, proyección que me hizo entender el papel del historiador de mano del Dr. Matute. Pero sinceramente Álvaro Matute se me hace más una versión paralela, aguda pero  más seria de Woody Allen. A quien admira y nos hace admirar. Pero son muy parecidos en muchos aspectos: críticos, metafóricos, anecdóticos y quien olvidará alguien en esta vida y en la otra la sonrisa “en episodios” de Don Álvaro al contarnos una anécdota o un chiste. Estar en clase con él es como la escena en la película de Woody Allen cuando el protagonista entra en un café de Montmartre en París para dialogar con Hemingway, Picasso, Buñuel, siendo en el caso del Dr. Matute en su narrativa el trasladarnos a dialogar con José Gaos, Edmundo O´Gorman, Eduardo Blanquel, Ramón Iglesias, Luis González y González y otros por los pasillos de la Facultad de Filosofía y Letras.
Sean estas mis palabras un pequeño homenaje en su cumpleaños setenta para mi maestro y amigo al que escribo esta ponencia no pronunciada que comparto solo para él, lejos del foro académico pero con gran cariño.
Luis Arturo García Dávalos
Ciudad Universitaria



martes, 13 de enero de 2015

Je acuse!!! de Javier Sicilia: una iglesia católica mexicana esquizofrénica y cómplice








La Iglesia católica mexicana: esquizofrénica, desencarnada, timorata, sumergida en un silencio complice, que si lo mantiene no responde a los retos de los tiempos y se pone a la altura de los criminales.

Hoy quiero compartir una ponencia de alguien que conozco, con quien viví, pues tuve el honor de recibirlo en mi casa en mayo de 2011 y a quien admiro, a pesar de lo polémico que puede ser, quizá por lo intenso con lo que vive las cosas. En ese mayo de 2011, época memorable de mi vida y última acción hasta hoy de incidencia social significativa de los Misioneros del Espíritu Santo en la sociedad, compartiendo con el padre José Antonio Alvarez, Javier Sicilia decía que dos corrientes lo habían consolidado en su formación: La UNAM y los Misioneros del Espíritu Santo. Acoto que con las reservas del caso son las mismas mías.

El pasado 08 de enero, en las instalaciones de la Universidad Pontificia de México, se llevó a cabo un coloquio en el que se abordó el tema de La Iglesia católica frente a la corrupción, la injusticia y la violencia social. En dicho encuentro se hicieron presentes distintas personalidades que han dado muestra de verdadero compromiso cristiano, tales como el escritor y poeta Javier Sicilia, Mons. Ramón Castro Castro, Fray Miguel Concha Malo, O.P., la Hna. María Zamarripa, O.D.N., el Pbro. Alejandro Solalinde y Mons. Raúl Vera López, O.P.

El encuentro, además de promover la reflexión sobre las causas de la violencia que aquejan nuestra nación, propició la generación de ideas, proyectos y movimientos para destinar esfuerzos en pro del el anhelado ambiente de paz que tanto necesita nuestra Suave Patria. Que no quede en bonitos propósitos como sucede casi siempre entre los católicos.

Acerca de Javier Sicilia
Poeta, ensayista y novelista mexicano nacido en Ciudad de México en 1956. Hizo su bachillerato con los MIsioneros del Espíritu Santo, terminó estudios en las facultades de Filosofía y Letras, así como en la de Ciencias Políticas y Sociales de la Universidad Autónoma de México. Es colaborador de diversos medios impresos como La Jornada y Proceso. Ha sido fundador y director de El Telar, coordinador de varios talleres literarios, guionista de cine y televisión, jefe de redacción de la revista Poesía, miembro del consejo de redacción de Los Universitarios y Cartapacios, miembro del Sistema Nacional de Creadores de Arte desde 1995, profesor de literatura, estética y guionismo en la Universidad La Salle de Cuernavaca y actualmente director de la revista Ixtus.


Es autor de varios libros, tales como Permanencia en los puertos (1982), La presencia desierta (1986), Oro (1990), Trinidad (1992), Vigilias (1994 y 2000).
Ha recibido varios premios por su trabajo literario, tales como el Premio Ariel a mejor argumento original (1989), el Premio Nacional de Literatura José Fuentes Mares (2009) y el Premio Nacional de Poesía Aguascalientes (1990).


Después de la muerte de su hijo, Javier Sicilia organizó el Movimiento por la Paz con justicia y dignidad, cuyo objetivo es combatir la corrupción, la impunidad y el crimen en México.

A continuación presentamos el llamado que Javier Sicilia hizo a la Iglesia que a la vez es un crítico análisis sobre su situación y que personalmente suscribopara convocar al pueblo a una verdadera movilización nacional:

Su ponencia en la UPM

"No soy un hombre de partido ni de institución; soy un hombre de Iglesia"

Voy a ser bastante crítico y duro con la Iglesia (católica). "No soy un hombre de partido ni de institución; soy un hombre de Iglesia". Y entiendo que esta Iglesia no se hace por los hombres ni por los procesos políticos, ni por sus posiciones ideológicas, sino por su Señor que es pobre, que nació en un pesebre, que murió en una cruz, y que da la vida, día a día, por el más "jodido" de este mundo.

En ese sentido, y como no soy un hombre de institución o de partido, voy hablar como hijo de la Iglesia: con toda la libertad que esa condición de hijo me otorga. Porque hay mucha gente que confunde a la Iglesia con un partido y se alinea a las peores causas o calla en nombre de ese partido o institución. Pero la Iglesia no es eso; la Iglesia es el cuerpo de Cristo; y es un compromiso pertenecer a ese cuerpo divino.


Para  que quede claro lo que estoy hablando, he de decir que la Iglesia tiene un doble rostro, innatural y esquizofrénico: puesto que unió al "Cesar" con el Pobre de Nazaret. Y ese horror lo ha cargado durante toda su existencia, porque generalmente se conduce a partir de su "rostro de Cesar". De hecho, y por desgracia, el Estado que nos rige es una copia del cesarato de la Iglesia: en los gobiernos no tenemos Papas, pero tenemos presidentes; no tenemos cardenales, pero tenemos senadores; no tenemos obispos, pero tenemos diputados; no tenemos inquisición, pero tenemos poder judicial; no tenemos pueblo de Dios, pero tenemos ciudadanos; y también tenemos el santoral de héroes... Esta es la parte del cesarato a la que a continuación me voy a referir (y criticar).

"Urge la encarnación de Cristo en la Iglesia"

Es terrible lo que está pasando como Iglesia en este país. Y no es porque tengamos ausencia de contenidos o lineamientos. En nuestras manos tenemos el mismo Evangelio (en especial las bienaventuranzas, como resalta el Papa Francisco), las encíclicas, las cartas pastorales que son inobjetables. Pero el problema está en la retórica pastoral en que permanece la Iglesia mexicana, porque esos contenidos (sin aplicación) no sirven para nada.


Por desgracia, en la Iglesia de nuestro país hace falta el Cristo encarnado. Casi quinientos años de evangelización, casi quinientos años de buenas intenciones y espléndidos documentos pastorales (porque los franciscanos que llegaron a tierras mexicanas arribaron en 1524). ¡Y miren dónde está este país!

Nuestro compromiso no debe limitarse a hacer el conteo de los 60,000 muertos, los 30,000 desaparecidos o los 500,000 desplazados (y darlos a conocer). Limitarse a hacer conteos o a realizar cifras corresponde a una actitud conservadora.

Cuando decidamos enfrentar el horror que estamos viviendo, nos daremos cuenta de la dimensión de la tragedia: ¡El país es una fosa común!

Podrían objetarme lo que digo, pero incluso en este momento en que hablo alguien está desapareciendo en el país bajo la complicidad de todos; alguien está siendo extorsionado o secuestrado. (Y digo complicidad porque) "el silencio por el silencio es complicidad". Yo me pregunto: "¿Dónde está el Evangelio o los quinientos años de evangelización que se han efectuado en nuestras tierras?" En pleno sigo XXI, con todos los derechos humanos a cuestas y toda la "projimidad" del Evangelio, están desapareciendo personas. Los muchachos de Ayotzinapa son la prueba inmensa del horror que nos invade.

Ante este panorama, veo que la Iglesia no está a la altura de la defensa de nuestros derechos. Ciertamente se han hecho actividades en pro de la paz, pero la mayoría de las acciones que se han realizado son a nivel individual. Hace falta que actuemos como cuerpo de Cristo, liderados por nuestras autoridades los obispos y cardenales.


Esto que hago es un llamado a nuestra Iglesia jerárquica, que se está dejando robar la "Encarnación del Evangelio". Y para mostrar las omisiones eclesiales, el rostro de "Cesar" (o cesarato) de nuestra jerarquía eclesial, su complicidad con esta tragedia, voy a contar dos anécdotas personales:

Primera anécdota

En 2011 México tuvo 40,000 muertos y 10,000 desaparecidos. Fue en ese tiempo cuando asesinaron a mi hijo Juan Francisco y a siete de sus amigos en Cuernavaca, Morelos. Su asesinato, así como el de otros tantos, provocó la organización del Movimiento por la Paz con justicia y dignidad (un antecedente del movimiento que realizan los padres de los que fueron asesinados en Ayotzinapa). Pero, en ese entonces, los que estaban en el obispado de Morelos (los representantes jerárquicos) no hicieron presencia al llamado que hizo la sociedad, el pueblo. ¡Y eso no es ser Iglesia comprometida!

Por ejemplo, el día 5 de mayo, cuando 200 víctimas de violencia iniciaron la marcha procedente de Cuernavaca rumbo a México, sólo un obispo estuvo al lado de los necesitados. Ese obispo fue Don Raúl Vera... Acertadamente también hubo buena respuesta de algunas congregaciones religiosas, así como de otros cristianos comprometidos como el P. Solalinde, el P. Concha o Jesús Garza. Pero la Iglesia jerárquica nunca se pronunció a favor de estos movimientos.

Fuera del obispo ya mencionado, así como algunos sacerdotes y religiosos, no he visto a los obispos al frente de las marchas de protesta o llamando al pueblo a una verdadera movilización nacional. ¡No veo que apoyen con actos los contenidos de las cartas pastorales que se han emitido respecto a la paz y la justicia!

Segunda anécdota

Previo a la visita que el Papa Benedicto XVI realizó a México, pedí a Mons. Raúl Vera y a otros laicos su apoyo para llevar al Papa el testimonio de las víctimas de nuestro país, en vistas a que nos emitiera un mensaje redentor. Pero, en mi intento de relaciones públicas no pude ver al Nuncio apostólico. De hecho, me di cuenta que (el intento por contactarme con la jerarquía eclesiástica) se parecía a lo que el escritor F. Kafka describe en su novela El Castillo... (En mis intentos) llevé tres cartas a quienes creía indicados, pero dichas cartas se hicieron perdedizas.

Mi búsqueda no paró allí. Y por fin logré llegar al Vaticano para hacer entrega personal al Papa del documento en el que se describía la situación de nuestro país. Pero la institución eclesial (que mediaba las relaciones) lo había bloqueado todo: es decir, "los amigos del Cesar" se mostraron negligentes. Por eso digo que Kafka es un buen retrato para describir la burocracia que impera en nuestra Iglesia...

"La Iglesia no debe esconderse detrás de documentos pastorales ni de discursos"

A partir de estos dos testimonios o anécdotas, se hace patente la necesidad de la actuación, de la encarnación del mensaje evangélico y de las cartas pastorales que hablan de la paz y la justicia. La Iglesia no puede permanecer solamente "dando Misa" cuando hay un acto de desencarnación absoluta y demoniaca, en complicidad con las autoridades gubernamentales y asesinos, de la desaparición y borramiento de nuestros muchachos de Ayotzinapa y tantas personas más. La Iglesia no debe permanecer o esconderse detrás de documentos pastorales ni de discursos. Yo, como laico, sigo esperando esa respuesta de la Iglesia jerárquica. Y si no lo hace "va a mantener a Cristo en el banquillo de los acusados".

Así pues, me pregunto: ¿A qué compromisos nos suscribimos todos nosotros como cristianos? ¿Qué haremos en conjunto para que se transforme este gobierno, para bajar los índices de corrupción y para que haya justicia ante las víctimas? ¿Qué debemos exigir a nuestros pastores, a nuestros obispos y cardenales, para que llamen a detener ya en actos la violencia que nos rodea?... ¡Si la Iglesia no responde a los retos de los tiempos, entonces está a la altura de los criminales!

lunes, 12 de enero de 2015

Concha Urquiza fénix desconocida

Concha Urquiza: poeta de contrarios principios engendrada



A inicios de la década de los veinte del siglo XX los lectores del Universal Ilustrado levantaban la ceja al leer versos románticos y modernistas de tono espiritual que reflejaban mucho del sentir de las personas que se abrían a una modernidad, nostálgicas de sus raíces católicas cuestionadas.

La autora: Concha Urquiza del Valle, moreliana nacida en 1910. Hija de un eminente médico que al morir este en 1913, se traslada a la Ciudad de México. A los 18 años deja la seguridad de su casa para incorporarse en Nueva York como publicista en la incipiente industria del cine en la Metro Goldwyn Mayer. Regresa  a los 23 años a concluir sus estudios en la Escuela Nacional Preparatoria. Durante esa época se afilia y participa en el Partido Comunista. Pero el vacío existencial no la deja, hasta que en 1937 en el templo de San Felipe de Jesús conoce al padre Tarsicio Romo, quien ve en ella unos “ojos de avidez desusada, hambrientos de luz y de inmaterialidad, fatigados de filósofos y de filosofías, de teorías y de explicaciones”.

Comienza así un proceso de encuentro con Dios que la llevará a ingresar en la naciente congregación mexicana de Hijas del Espíritu Santo en 1938, donde sólo permanece un año, pues descubre que no es eso lo que ella quiere.  Regresa con su familia y a trabajar para el cine donde hace la adaptación de “Corazón diario de un niño” de Edmundo de Amicis. De 1939 a 1944 se va a San Luis Potosí donde escribe sus mejores poemas religiosos.  En 1944 ingresa a la UNAM donde el gran José Gaos la acoge en su seminario de investigaciones histórico filosóficas, muriendo durante un paseo en Ensenada, en el verano de 1945.


Con motivo de su centenario La Secretaria de Cultura de Michoacán publicó una recopilación de su obra, joya que recomendamos ampliamente de ésta poeta la más relevante después de Sor Juana Inés como dice Menéndez Plancarte.

Aqui uno a Patzcuaro

Pátzcuaro, Pátzcuaro inmóvil,
    Pátzcuaro de musgo y agua,
    suave alfombrilla de verde,
   piedrecillas tan limadas;
   entrañas de tierra roja,
   callejuelas afiladas,
   fuentes doquier esparcidas,
  incomprensibles ventanas
  que se descuelgan del muro
  bajo techumbres de grana!

un vinculo para escuchar algunos de sus poemas

http://palabravirtual.com/index.php?ir=critz.php&wid=839&show=poemas&p=Concha+Urquiza

domingo, 11 de enero de 2015

¿En verdad todos somos Charlie Hebdo?


“No estoy en absoluto de acuerdo con lo que usted dice, pero lucharé hasta la muerte para que nadie le impida decirlo"
Voltaire
Ante los atentados ocurridos el martes 7 de enero en Francia donde un grupo de terroristas asesinó a 12 periodistas que trabajaban en la publicación de la revista satírica Charlie Hebdo, se ha generado una polémica acerca de si todos somos o no Charlie Hebdo.
El primero en posicionar el tema fue Mario Vargas Llosa en El País, quien dijo que el derecho de expresar alguna idea o posición política no puede ser reprimida de ninguna manera. Debe ser rebatida, argumentada o simplemente demandada cuando se considere insultante o lesivo.
Lo que pretenden con este asesinato colectivo de periodistas y caricaturistas es que Francia, Europa occidental, el mundo libre, renuncie a uno de los valores que son el fundamento de la civilización. No poder ejercer esa libertad de expresión que significa usar el humor de una manera irreverente y crítica significa pura y simplemente la desaparición de la libertad de expresión.
Ese mismo día el periodista David Brooks en The New York Times tituló su columna: "Yo no soy Charlie Hebdo” que El País publicó en español. El argumento central del columnista es que la publicación no hubiera sido vista con buenos ojos tampoco en EU porque habría sido acusada de “incitación al odio”. Dice Brooks que a los periodistas del semanario: "Se les aclama ahora justamente como mártires de la libertad de expresión, pero seamos francos: Si hubiesen intentado publicar su periódico satírico en cualquier campus universitario estadounidense durante las dos últimas décadas, no habría durado ni treinta segundos. Los grupos de estudiantes y docentes los habrían acusado de incitación al odio. La administración les había retirado toda financiación y habría ordenado su cierre".
En México seguramente desde el primer número hubieran sido citados por Ricardo Bucio a la CONAPRED para recibir una recomendación en términos similares.
Volviendo a nuestra reflexión, otro posicionamiento fue el de Víctor Lapuente, también publicado en El País el 10 de enero donde duda “No sé si soy Charlie Hebdo”. Subraya Víctor que la discusión se ha dividido en dos bloques irreconciliables. Los “Yo soy...” que defienden una libertad de expresión sin límites, el derecho a ofender a todo tipo de religión o grupo humano. Y los “Yo no soy.. Charlie Hebdo”, para quienes la coexistencia pacífica en el mundo moderno requiere impedir las expresiones “ofensivas” mediante leyes antidiscriminación y antidifamación más estrictas.
Agrega que hoy “podríamos establecer unos límites perfectos a la libertad de expresión. Unos límites que permiten la sátira, la mofa, pero que filtraran los desagravios que pudieran directamente incitar a la violencia”.
Sin embargo –agrega–tenemos una tercera alternativa: institucionalizar límites, pero no legales, sino profesionales. Límites no fundamentados en normas jurídicas, sino en los códigos éticos de los profesionales; en este caso, de los periodistas.
Yo me sumo a esta postura: Institucionalizar los límites. Y en efecto, cada quien es responsable de lo que publica y predica, incluyendo aquí los modernos púlpitos mediáticos que han sustituido a los púlpitos eclesiásticos.
De entrada, todos repudiamos la acción terrorista, perpetrada por extremistas musulmanes, pero debemos decir también que el tipo de contenidos que publicaba el semanario francés no eran “completamente pertinentes”, para la actualidad política que vive el mundo hoy.
Por otro lado, en un ejercicio de llevar las cosas al absurdo, podríamos preguntarnos: ¿Cuánto tiempo hubiera sobrevivido este semanario si se publicara en nuestro país? ¿Qué pasaría si ridiculizara así de fuerte a los políticos mexicanos como lo hizo con Marine Le Pen al caricaturizarla en su portada rasurándose la vagina? ¿Qué si dijera en su primera plana que la Biblia es una mierda así como lo hizo con el Corán?  ¿Cómo reaccionaría la Iglesia Católica si apareciera la Virgen de Guadalupe desnuda y en posición corporal explícitamente humillante?
Al menos quienes parecen no estarla pasando tan mal, son los dueños de Charlie Hebdo, que por fuerte que se lea, han elegido capitalizar su desgracia, y válido o no, las ventas de su revista se incrementaron exponencialmente. De estar acostumbrados a vender 60 mil, hoy han superado los 3 millones de ejemplares y la cuenta sigue.
Concluyo diciendo que pide estar atentos a lo que se dice y se hace. Tener una postura crítica y analítica, separando y valorando lo que se dice y se hace sobre los acontecimientos mediáticos, pues la conciencia ingenua es nuestro principal desafío a superar.

Sor Juana y las trampas de la fe







Se ha escrito y dicho tanto sobre Sor Juana, que desgraciadamente podemos decir sin temor a equivocarnos que gran parte de los sorjuanistas han caído en sus propias “trampas de la fe” como subtitulaba su obra sobre la religiosa jerónima Octavio Paz.

Caen en la trampa de no ser capaces de ver que la genialidad de Sor Juana fue asomarse a lo cotidiano con los ojos de Dios y volverlo poesía, con tal éxito en su generación  que llegó a ser “de mi patria toda el objeto venerado de aquellas adoraciones que forma el común aplauso”.  Pero advierte: “entre vuestras plumas ando, no como soy, sino como quisisteis imaginarlo”.

Y esas (pos)modernas imaginativas plumas aburridas de sí mismas porque aborrecen lo cotidiano y doméstico, ávidas de espectáculo, novedad, adrenalina y lo inesperado, donde las animadversiones dejan sensación de vida, y lo que no es así es aburrido e insoportable, se aficionan en introducir escándalos en la vida de Sor Juana, incomodos con la vida de una religiosa del siglo XVII que, plena de talentos intelectuales que el mundo admira, se negaba a aceptar unas aclamaciones que ellos suponen universalmente codiciables. Consideran necesario salpicarla e inventar y escribir historias de nota roja, regodeándose en imaginarios “pecados carnales”. Le amputan toda vivencia espiritual y la lanzan en una búsqueda desesperada de fama.

Así, Juana Inés se vuelve hereje, contestataria, licenciosa, lesbiana, ególatra y fatua. En sus anacrónicos textos, villano será cualesquiera que se oponga a su emancipación de unas ideas oscurantistas, de una fe que la oprime y que por miedo a los controles inquisitoriales no se atreve a disentir abiertamente. La presentan misógina hacia los varones, alérgica a la filosofía escolástica. En fin caen en la trampa, que es la de todo historiador llamada anacronismo.

Un buen intento para superar esto son los trabajos del investigador y poeta  Alejandro Soriano Vallés (1960-): La hora más bella (CNCA, 2008) y su más reciente Sor Juana Inés de la Cruz: doncella del Verbo (Garabato 2010) que recomendamos visitar y donde enseñan la “verdad oculta” de Sor Juana: su deseo –como religiosa y como mujer de fe– de lograr la santidad.

Sor Juana es un personaje fundamental de la Historia de México. Desde principios del siglo XX, su figura se volvió seductora para gente de muy diversas ideologias. Han ido apareciendo, así, muchas “Sor Juanas”. No obstante, es fácil apreciar que tales “Sor Juanas” son, en realidad, productos hechos a imagen y semejanza de sus autores con sus filias y fobias. Y en un tono goebbeliano, una mentira repetida mil veces dicen que se convierte en una verdad…

Pero como es el caso de Soriano, que con apego al método histórico (que exige respeto y sumisión a la totalidad de las pruebas sin ocultar ninguna), se revisa la verdadera historia de Sor Juana, resultan evidentes los fantaseos y deformaciones (en múltiples ocasiones voluntarios) a que las ideologías la  han llevado.

De modo general  y en general en un tono antirreligioso, se asegura que la madre Juana, en “desacuerdo” con la civilización católica a que pertenecía y buscando la “independencia” intelectual y artística, se habría “rebelado” contra ella, motivo por el cual la Iglesia la ”hostigó” y “sometió”. Varios investigadores, han demostrado que Sor Juana no sólo fue una gran escritora, sino una mujer religiosa cristiana a la que la Iglesia favoreció.

Actualmente, existe una abierta oposición a que se estudie la vida religiosa de Sor Juana. Como si no hubiera sido monja, ni vivido casi toda su existencia en un convento, ni compuesto infinidad de obras devotas. Algunos críticos modernos quieren reducir los estudios sorjuanistas a un aspecto “laico”. Sin embargo, es clarísimo que Juana Inés se hizo monja porque sentía un llamado a esa vocación.

Por eso es que pedimos que nos devuelvan a Sor Juana donde la ha tenido secuestrada el laicismo patón. Tan nefasto como cierto catolicismo mocho, pero del que se habla poco.